Nuestro amor era más fuerte.

Estaba tumbada en la cama pensando en él. Sumergida en los miles de momentos que habíamos vivido. Dándole vueltas a todas aquellas palabras que nos dijimos... Una época en la que éramos felices. Nos pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, como si fuésemos una sola persona. Simplemente nuestro amor era más fuerte que todo lo demás. De lo ingenua que fui, hice caso al corazón. Me sentía feliz, enamorada... Estaba perdida en esos profundos ojos color miel. Me encantaba estar junto a él. Sentarme en su regazo mientras contemplaba el cielo repleto de estrellas. Parecía que se había puesto de nuestro lado al rendirnos ese paisaje. Y no quería que terminase nunca. Quería volver a sentir sus labios junto a los míos. Jamás olvidé aquellos besos...

—¿Qué?  —grité preocupada— ¿Te tienes que ir? —estábamos en el césped abrazados —No me digas esto, por favor —giré mi cabeza para poder verle. Me brotaban lágrimas sin parar. Le volví a abrazar. Necesitaba sentirlo cerca.

—Me tengo que ir. No es algo que yo quiera, lo sabes. Quiero quedarme aquí —puso su dedo en mi mejilla y secó mis lágrimas —Pero por favor, no llores —me dijo con la voz entrecortada y un brillo en los ojos —No puedo verte sufrir por mi culpa.

—¿Cómo me puedes decir eso? —me levanté mientras intentaba secar mis lágrimas. Me costaba respirar —Tú eres el amor de mi vida. Sabes que te quiero como nunca he querido a nadie. No me dejes. ¡No te vayas! —grité intentando sacar todo el dolor que me provocaban sus palabras. Se acercó y me abrazó.

—Escúchame, pequeña —entrelazó nuestros dedos y besó mi cabeza —Quiero que sepas que como yo te quiero, dudo que te vaya a querer nadie, ¿me oyes? La forma en la que se ruborizan tus mejillas, el sabor de tus labios cuando me besas... —Me estrechó más fuerte hacia él. El dolor que sentía era insufrible. El corazón se me había roto en mil pedazos —No te olvidaré jamás, pequeña - y juntando nuestros labios, me besó por última vez.